jueves, 21 de junio de 2018

Señor, mi vida está en tus manos

¿Es posible hoy en día creer la palabra de alguien?

Por: Mons. Enrique Diaz, Obispo de la Diócesis de Irapuato | Fuente: Catholic.net




San Mateo 5, 33-37: “Les digo que no juren ni por el cielo ni por la tierra”



¿Es posible hoy en día creer la palabra de alguien? ¿Te fías tú solamente porque una persona así lo ha afirmado? Parecería que ha quedado muy lejano aquel tiempo en que podíamos confiar en la palabra de las personas y que una vez pronunciada la palabra, se podía esperar razonablemente sus consecuencias. Había muchas formas para entender que una persona cumplía formalmente sus promesas. Sin embargo, en la actualidad parecería que hemos llegado exactamente al punto contrario: la palabra no vale, se la lleva el viento.




Así las promesas van y vienen, “no se conecta la lengua con el cerebro” y muchas veces, a pesar de documentos y firmas, se duda que se cumplan los acuerdos. No es sólo cuestión de nuestro tiempo. Cristo desafía a sus discípulos a ser personas auténticas, firmes y consecuentes. Aunque en la actualidad han perdido vigencia los famosos juramentos, el reto que nos pone Jesús es ser consecuentes entre lo que decimos y lo que actuamos. La queja que expresa detrás de estas sentencias es esa doble moralidad que ahora se hace tan actual, es esa doble máscara que esconde los verdaderos sentimientos, es, en una palabra, la dicotomía entre el hablar y el pensar. ¿Cómo creerle a quien ha mentido una vez? ¿Cómo restaurar lo que la palabra y la mentira han destruido?




No les creemos a los políticos, no les creemos a los comerciantes, no les creemos a los que proclaman una nueva religión… pero entonces la vida se torna difícil porque vivimos en un mundo de mentira, de engaño y de conveniencia. La propuesta de Jesús es hablar sabiendo que nuestra palabra está delante de Dios. No podemos engañar porque queremos parecernos al Dios que es veraz. No podemos decir palabras falsas porque somos hombres y mujeres que buscan la verdad. Así es Jesús: la verdad. Nunca engaña, nunca traiciona, nunca ilusiona en vano. Su palabra se torna eficaz en cuanto la pronuncia, sus promesas se vuelven realidad y sus hechos respaldan lo que predica.




Por eso las gentes lo siguen porque “habla como quien tiene autoridad”, una autoridad brotada de la coherencia. Que también nuestra palabra nos comprometa en serio en el seguimiento de Jesús, que nuestra respuesta a su invitación no tenga doblez, ni fingimiento. Que seamos hombres y mujeres de una sola palabra; hombres y mujeres de verdad y de la verdad.

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