lunes, 25 de enero de 2016

Homenaje a doña Antonia Ávila en El Mocanal


Este domingo a las 12:30, la comunidad parroquial de San Pedro  Apóstol de El Mocanal ha llevado a cabo un sencillo acto de reconocimiento a Dña. Antonia Ávila, quien dedicó toda su vida a su servicio en tareas diversas como sacristana o catequista, y de la cual se ha cumplido este mes el primer aniversario de su fallecimiento.

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Homenaje

Hoy nos reunimos aquí, en nuestra Parroquia, para realizar un humilde acto de reconocimiento a nuestra hermana Antonia, la señorita Antonia, y para dar gracias a Dios por permitirnos gozar de su presencia y de su ejemplo de vida durante tanto tiempo. 

  Antonia, mujer de principios inquebrantables, con vocación de servicio, que supo anteponer sus creencias a cualquier otra razón y destinar su vida entera a vivir según su fe, sin miedos, con alegría y sin perder la compostura.

  Entregó gran parte de su vida a servir a Dios a través de su dedicación a la Parroquia de San Pedro, en la que volcó todos sus talentos sin esperar nada a cambio. Durante muchos años se dedicó tanto a las labores más delicadas como cuidar de los objetos de liturgia, impartir catequesis, cuidar la ornamentación o hacer de bordadora; como a las más duras, como la limpieza, o dar la cara para la recaudación de fondos para atender las necesidades de la Parroquia.

  Antonia, mujer valiente y recia como San Pedro, ese santo que tanto amaba. Era como él: impetuosa, de carácter fuerte y temperamental y al mismo tiempo, generosa, auténtica, honesta, capaz de darlo todo para seguir a Jesús. Antonia, como San Pedro, es un reflejo de lo que debemos ser los católicos, personas normales con cualidades y con defectos, a veces consecuentes, a veces contradictorios. 

  Convivió con nosotros muchos años y fue capaz de hacernos creer que lo extraordinario era algo cotidiano, sin darle importancia, sin ruido ... como si ser como ella fuera lo más normal del mundo.

  Según dice San Pablo en su carta a los romanos: 
  " Hermanos: ninguno de nosotros vive para si, y ninguno muere para si. Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos. Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven." 

   Gracias, Antonia!



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