martes, 24 de julio de 2018

Señor, no te olvides de los pobres

Con Jesús es posible construir un mundo de justicia y de paz.

Por: Mons. Enrique Diaz, Obispo de la Diócesis de Irapuato | Fuente: Catholic.net 


Miqueas 2, 1-5: “Codician los campos y usurpan las casas”Salmo 9: “Señor, no te olvides de los pobres”San Mateo 12, 14-21: “Les mandó que no lo publicaran, para que se cumplieran las palabras del profeta” 

Miqueas en la primera lectura nos describe una escena de maldad e injusticia que bien podría parecerse a la de nuestros días: “Planean injusticias, traman el mal durante la noche y al despuntar la mañana lo ejecutan porque son gente poderosa. Codician los campos y los roban, arruinan al hombre…” Pero anuncia un tiempo de gracia y de bendición en que habrá justicia para los pobres.
El pasaje del Evangelio parece responder a esta inquietud que presenta el profeta y nos describe a Jesús curando enfermos a pesar de la oposición de los fariseos. Y recoge otro texto de Isaías donde describe la misión del Mesías sobre todo como restaurador, como constructor de justicia y como alguien que alienta en la esperanza. Tan concreta considera esta actuación de Jesús como Mesías, que nos obligaría a cada uno de nosotros a cuestionarnos si lo hemos descubierto así, lleno del Espíritu y haciendo brillar la justicia. El fuerte sentido de solidaridad con los pequeños y con los humillados, de los cuales él mismo proviene, hace de Miqueas un ardiente defensor de los oprimidos. Denuncia como la tentación del dinero es capaz de hacer que el hombre pase por encima de todos los sentimientos y a concebir la vida como un negocio.
Contraste muy fuerte con la actitud de Jesús que hace de la restauración de la persona y del respeto a su dignidad como hijo de Dios, la base sobre la que descansa su misión. Que hoy, en medio de las corrupciones y las violencias cotidianas, despierten estos pasajes un nuevo deseo de hacer realidad las palabras que nos describen a Jesús en este día y que, igual que Él, nos inflamemos del Espíritu que nos lleve a hacer triunfar la justicia sobre la tierra y ponerlo como centro de nuestra esperanza.
También nosotros tenemos nuevos motivos de esperanza, no apeguemos la mecha que aún humea, no destruyamos las personas que tienen ilusiones. Con Jesús es posible construir un mundo de justicia y de paz.

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