Por: Mons. Enrique Diaz, Obispo de la Diócesis de Irapuato | Fuente: Catholic.net
San Mato 11, 20-24: “El día del juicio será menos riguroso para Tiro, Sidón y Sodoma que para otras ciudades”
Cuando recibimos tantos dones, cuando la vida nos sonríe, cuando vamos saliendo adelante, corremos el riesgo de olvidarnos de que todo es regalo: la vida, el tiempo, las personas, nuestro cuerpo… todo es regalo. Pero el más grande regalo que hemos recibido es Jesús. San Mateo, preocupado por la situación de las ciudades de Galilea que no aceptan a Jesús, recoge estas amenazas y las profiere contra Tiro, Sidón, Cafarnaúm, pero parecerían estar más dirigidas a quienes habiendo conocido a Jesús no lo aceptan en sus vidas.
Nosotros sus discípulos, hemos conocido desde pequeños a Jesús, sabemos su historia, nos hemos aprendido sus milagros, pero no nos hemos convertido. Hemos suavizado el Evangelio y no cala profundo en nosotros, lo hemos acomodado a nuestros caprichos y ya no nos inquieta. El gran regalo que nuestro Padre Dios nos he hecho es su Hijo Jesús, lo podemos dejar a un lado, ignorado, despreciado y quizás sólo como una bella imagen que se coloca en un sitio para adornar pero que no incide en nuestra vida. No podemos acostumbrarnos a los regalos que Dios nos ha hecho, y sobre todo no podemos vivir con indiferencia la gran Buena Nueva de Jesús en nuestras vidas. Tenemos que aguzar los sentidos, tenemos que despertar nuestro corazón para escuchar como novedad cada una de las palabras de Jesús, para asombrarnos con sus milagros, para admirar sus propuestas… no sólo en los Evangelios y en aquel tiempo, sino experimentar hoy mismo a Jesús que nos ama y que sigue haciendo el milagro para cada uno de nosotros. La conversión no es sólo un momento en que cambia toda nuestra vida, la conversión es un movimiento que continúa cada día durante toda nuestra existencia al contemplar el gran amor de Jesús
No podemos acostumbrarnos a vivir el milagro con indiferencia. Nos debe sacudir el amor de Jesús y su propuesta de vida, nos debe cimbrar su entrega por nosotros, nos debe despertar de nuestro letargo y animarnos a vivir a plenitud este amor que nos ofrece.
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