martes, 17 de julio de 2018

Abre, Señor, mis labios y te alabaré

No serán ustedes los que hablarán, sino el Espíritu de su Padre


Por: Mons. Enrique Diaz, Obispo de la Diócesis de Irapuato | Fuente: Catholic.net 
San Mateo 10, 16-23: “No serán ustedes los que hablarán, sino el Espíritu de su Padre”

¿Has sentido alguna vez miedo para enfrentarte a las situaciones injustas que vivimos actualmente? ¿No te provoca desaliento el ver que progresa el mal, la corrupción y la mentira? Ya desde los tiempos de Jesús podríamos encontrar que su Reino va en contrasentido de lo que ofrece el mundo, y que el dinero, el poder y la ambición muchas veces parecen imponerse sobre los principios de la verdad y la justicia.
Jesús previene a sus discípulos para que los aparentes fracasos y las persecuciones por el Evangelio no los desmotiven.
La célebre sentencia: “Prudentes como serpientes y sencillos como palomas” que hoy escuchamos, nos pone en guardia para no actuar con ingenuidad, pero tampoco con complicidades que ocasionen más peligros. Tribunales, sinagogas, gobernadores y reyes, serían como los representantes de la autoridad y aquí aparecen como opositores al Evangelio y perseguidores de los discípulos. ¿Cómo sostenerse en pie cuando estas autoridades que estarían para velar y cuidar los intereses y los derechos de las personas, son ocasión de corrupción?
Las pautas que ofrece Jesús siguen siendo válidas y no podemos caer en la violencia ni en el desaliento. Prudentes y precavidos, nos llevará a analizar y a examinar si no estamos siendo demasiado consentidores de situaciones de injusticia y de corrupción, si no introducimos a nuestros hogares valores y sistemas que están dañando la conciencia de nuestros pequeños, si somos realmente seguidores de Jesús. Con la claridad y seguridad de seguir a Jesús, debemos además estar preparados para ser pacientes confiando en la fuerza del Evangelio, sin desalientos ni concesiones.
Estar preparados nos invita a sembrar cada día en nuestro corazón y en el corazón de los nuestros, el amor que Dios nos manifiesta y a hacer de él nuestra raíz y nuestra fortaleza. Ponerse en manos del Espíritu que hablará por nosotros nos dará una gran paz y una seguridad para defender la justicia y defendernos frente a la mentira. Me sorprende que a pesar de todas las dificultades que anuncia Jesús, en Él no se perciben angustia ni desaliento, sino más bien una paz que pone en nuestros corazones una gran esperanza.

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